domingo, 27 de enero de 2013

ODRES NUEVOS


 "Los discípulos de Juan y los de los fariseos estaban ayunando. Entonces fueron y le preguntaron:
—¿Por qué los discípulos de Juan y los de los fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
 Jesús les dijo:
—¿Acaso pueden ayunar los que están de bodas mientras está con ellos el esposo? Entre tanto que tienen consigo al esposo, no pueden ayunar. 20 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado, y entonces, en aquellos días, ayunarán." Marcos 2:18,19

     "El verdadero ayuno no es una sencilla práctica ritual. La Escritura describe así el ayuno que Dios ha escogido: "Desatar las ligaduras de impiedad, deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo;" que "derramares tu alma la hambriento, y saciares el alma afligida." (Isaías 58:6,10) En estas palabras se presenta el espíritu y el carácter de la obra de Cristo. Toda su vida fué un sacrificio de sí mismo por la salvación del mundo. Ora ayunase en el desierto de la tentación, ora comiese con los publicanos en el banquete de Mateo, estaba dando su vida para la redención de los perdidos. El verdadero espíritu de devoción no se manifiesta en ociosos lamentos, ni en la mera humillación corporal y los múltiples sacrificios, sino en la entrega del yo a un servicio voluntario a Dios y al hombre.
Continuando su respuesta a los discípulos de Juan, Jesús pronunció una parábola diciendo: "Nadie mete remiendo de paño nuevo en vestido viejo; de otra manera el nuevo rompe, y al viejo no conviene remiendo nuevo". El mensaje de Juan el Bautista no había de entretejerse con la tradición y la superstición. Una tentativa de fusionar la hipocresía de los fariseos con la devoción de Juan no lograría sino hacer más evidente el abismo que había entre ellos.
Ni tampoco podían unirse los principios de la enseñanza de Cristo con las formas de farisaísmo. Cristo no había de cerrar la brecha hecha por las enseñanzas de Juan. El iba a hacer aun más definida la separación entre lo antiguo y lo nuevo. Jesús ilustró aun más este hecho diciendo: "Nadie echa vino nuevo en cueros viejos; de otra manera el vino nuevo romperá los cueros, y el vino se derramará, y los cueros se perderán." Los odres que se usaban como recipientes para el vino nuevo, después de un tiempo se secaban y volvían quebradizos, y ya no podían servir con el mismo fin. En esta ilustración familiar Jesús presentó la condición de los dirigentes judíos. Sacerdotes, escribas y gobernadores estaban sumidos en una rutina de ceremonias y tradiciones. Sus corazones se habían contraído como los odres resecados a los cuales se los había comparado. Mientras permanecían satisfechos con una religión legal, les era imposible ser depositarios de la verdad viva del cielo. Pensaban que para todo bastaba su justicia, y no deseaban que entrase un nuevo elemento en su religión. No aceptaban la buena voluntad de Dios para con los hombres como algo separado de ellos. La relacionaban con el mérito propio de sus buenas obras. La fe que obra por amor y purifica el alma, no hallaba donde unirse con la religión de los fariseos, compuesta de ceremonias y de órdenes humanas. El esfuerzo de aunar las enseñanzas de Jesús con la religión establecida sería vano. La verdad vital de Dios, como el vino en fermentación, reventaría los viejos y decadentes odres de la tradición farisaica.
Los fariseos se creían demasiado sabios para necesitar instrucción, demasiado justos para necesitar salvación, demasiado altamente honrados para necesitar la honra que proviene de Cristo. El salvador se apartó de ellos para hallar a otros que quisieran recibir el mensaje del cielo. En los pescadores sin instrucción, en los publicanos de la plaza, en la mujer de Samaria, en el vulgo que le oía gustosamente, halló sus nuevos odres para el nuevo vino. Los instrumentos que han de ser usados en la obra del Evangelio son las almas que reciben gustosamente la luz que Dios les manda. Son sus agentes para impartir el conocimiento de la verdad al mundo. Si por medio de la gracia de Cristo los suyos quieren llegar a ser nuevos odres, los llenará de nuevo vino." (E.G.W, El Deseado de Todas las Gentes, pág. 244-245)
Quiera Dios, que deseemos ser odres nuevos.

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